Principales fases de la formación del Sistema Solar

El sistema solar contiene ocho planetas. Estos pueden clasificarse en dos grupos: los planetas telúricos (planetas formados principalmente por silicatos), de dimensión y masa reducidas, pero de fuerte densidad (Mercurio, Venus, Tierra y Marte), y los gigantes gaseosos, de dimensión y masa mucho más grandes, pero de densidad baja (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno).

Este sistema, como tantos otros, pasó por ciertas fases hasta dar lugar a lo que es hoy, aunque la historia de su formación exacta todavía es objeto de debate. Esta hipótesis se denomina como hipótesis nebular.
La teoría nebular sostiene que hace 4600 millones de años el sistema solar se formó por un colapso gravitacional de una nube molecular gigante. Esta nube inicial tenía probablemente varios años luz de largo y fue la sede del nacimiento de varias estrellas. Se piensa que los planetas se originaron a partir de un denso disco, formado a partir del material de la nube, que colapsó. En el centro se formó el sol, y a su alrededor orbitaban materiales.

El polvo y el gas gravitaban conjuntamente y se unieron para crear objetos más grandes. Como sus puntos de ebullición son más altos, sólo los metales y silicatos podían existir en forma sólida cerca del Sol, y fueron los que eventualmente dieron lugar al nacimiento de los planetas telúricos.

En contraste, los planetas gigantes se formaron más allá del punto entre las órbitas de Marte y Júpiter en el que el material es lo suficientemente frío como para permtiir que los compuestos volátiles de hielo sigan en estado sólido. Los hielos que formaron estos planetas eran más abundantes que los metales y silicatos que dieron lugar al nacimiento de los planetas interiores terrestres, permitiendo que fuesen lo suficientemente masivos para capturar grandes atmósferas de hidrógeno y helio.

Los restos que quedaron en la nebulosa, que nunca se convirtieron en planetas, se juntaron y formaron congregaciones como cinturones de asteroides, nubes, etc
En 50 millones de años, la densidad del hidrógeno y su presión, en el centro de la protoestrella fue lo suficientemente grande para desencadenar la fusión termonuclear. La temperatura, ritmo de reacción, presión y densidad aumentaron hasta que se alcanzó el equilibrio hidrostatico (es decir, la fuerza de la gravedad está en equilibrio con la propia presión del objeto). En ese momento, el Sol se convirtió en una estrella en secuencia principal. Su viento solar creó la heliosfera y barrió los restos de polvo y gas que todavía quedaban del disco protoplanetario, expulsándolos al espacio interestelar y concluyendo el proceso de formación planetario.

Aunque hoy en día es comúnmente aceptada, la hipótesis nebular todavía nos plantea preguntas que los astrónomos no han logrado resolver. Por ejemplo, la inclinación de los ejes. Según la teoría nebular, todos los planetas alrededor de una estrella deberían tener la misma inclinación respecto a la eclíptica, pero como hemos ido descubriendo, los planetas interiores y los planetas exteriores tienen una inclinación axial completamente diferente.

El estudio de planetas extrasolares también ha permitido a los científicos descubrir irregularidades que nos hacen poner en duda la hipótesis nebulares. Algunas de estas irregularidades tienen que ver con la existencia de esos planetas a los que llamamos “Júpiteres calientes” que orbitan muy cerca de sus estrellas, tardando sólo unos días en dar una vuelta a su alrededor. Aunque la hipótesis nebular ha sido ajustada en varias ocasiones para tener en cuenta estas incógnitas, no todas las preguntas tienen respuesta.

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